[escrito tras la relectura de la trilogía DE UN CASTILLO A OTRO-NORTE-RIGODON y bajo el impacto de ciertas noticias de actualidad como la concesión del Nobel a Obama (¿por incrementar la guerra en Afganistan?) o la desaparición de Iván Zulueta (tan esperada por los carroñeros del homenaje póstumo que en vida no te dan ni un vaso de agua -esa paradoja tan celiniana: oh, Achille, Achille...-)]
La mirada celiniana cala hasta el fondo de ese pozo de mierda que es la condición humana. Dios Padre baja a la tierra para comprender mejor a aquellos que, tras entusiasmarse, crucificaron a Su hijo. Esa secuencia tan pluscuamceliniana que él vivió a propósito del VOYAGE...: primero el entusiasmo, el ditirambo, la adoración, la pesadez incluso en los alardes de empatía... Cristo
in, superestelar; después, al microsegundo siguiente, la concentración se pierde, la atención se dedica a otra cosa, se exige a Cristo más y más y más trucos pero Cristo no es un mago de feria, es un Misterio, y la chusma no está para misterios, y comienza a variar el gesto... primero tedio, abulia, desafección (la sonrisa seductora, coquetona, deshinibida,
mermaidladiesca, incluso un poquitín
mamada, de los comienzos, esa sonrisa hambrienta de Nazarines, pasan los días y se va congelando en crispación cortés, en jeta quitinosa de saltamontes, en esfinge alienígena examinando al abducido de turno con expresión impenetrable), y luego, finalmente, irritación porque Cristo sigue ahí, poniendo en evidencia el capricho, la frivolidad, la superficialidad de esas empatías de ocasión, pura bisutería, empatías inasequibles al compromiso con el Misterio, con la
patata caliente a Quien se ha de seguir precisamente porque su viaje, el más difícil, nos lleva hasta el final de Lo Negro, sin
happy end, y Cristo entonces molesta, satura como un espejo de cuento en el que nadie se quiere ver (porque nunca son agradables los retratos de Dorian Gray)... Cristo entonces
out, Cristo superestrellado. Embuchándole los pecados de todos, con embudo, a la fuerza, carne ya no de cañón, de paté. Sí, puro
canard, porque, una vez finiquitado, recupera la exquisitez, su condición de delikatessen. Pero antes, que reviente. Que no disfrute de la vida (todo lo más, sucedáneos, incompleteces). Que no llegue a habitar en los castillos de cartón que él solito se construyó (otros,
otras, entrarán a saco y los abordarán, con furia corsaria, sin siquiera un pretexto, sin explicaciones, desfigurándolos con los poderes que les da su bula de pesebristas del
zeitgeist –un
zeitgeist cortoplacista, insostenible en su inconsistencia pero helo ahí, en ese instante, válido,
a huevo para los daltónicos de futuros-, ... a joderse el anacrónico, el outsider que los concibió-).
Céline es la mirada del Padre, jugando (como esos millonarios excéntricos que se disfrazan de
clochards) a imitar los pasos del Hijo. Pero el Padre no es Amor osiríaco, dionisíaco, crístico, listo una y mil veces para el despiece: el Padre es Naturaleza y la Naturaleza es rigor higienista, esto es, catástrofe, amiga de borrar una y otra vez los callejones sin salida, los errores, los renglones irremisiblemente torcidos, la arbitrariedad impune, la gilipollez injusta con ínfulas de aporía interminable... toda la basura eliminada periódicamente a golpe de diluvio, de llamas, de peste, de muerte. Céline es un monstruo en tanto que imagen de Dios Padre, de Quien tiene la Ultima Palabra. Un monstruo, sí. Como todos los profetas.
Por eso su mirada es tan definitiva, la radiografía de una especie miserable, ralea sólo redimida en el miedo, esto es, en la conciencia de la gravedad del existir, cuando realmente podemos profundizar en la humildad, la empatía (la genuina, la que viene de K-PAX, esto es, de ese pájaro azul que se posó en nuestro balcón), la delicadeza, la incapacidad para herir gratuitamente a quien se nos acerca de buena fe... Céline: la mirada que describe y nos grita una y otra vez cuán desnudo va el rey, cuán insoportable es el hedor de su
buena conciencia. Céline, sólo asumible desde el sufrimiento, sólo legible cuando respiramos por la herida..