lunes, 18 de abril de 2016

MARCANDO LA DIFERENCIA


"El reaccionario ve en el revolucionario, en la revolución, solo el acontecimiento político.

Por el contrario, el conservador, que sabe comprender el curso de la historia, reconoce detrás de la revolución un hecho espiritual, que se desarrolla con él, y en el cual ella se transforma, o todavía del cual deriva originariamente — entonces, realmente, su concepto de espíritu tiene un carácter un tanto ambiguo.

El pensamiento de un pueblo viene determinado por la suma de las experiencias vividas en la relación con los otros pueblos, y aquellas vividas en relación a sí mismos. El pueblo alemán ha experimentado su carácter nacional a través de la revolución, algo que le faltaba por conocer a sí mismo y al mundo.

El reaccionario dice: es una experiencia innecesaria. El conservador es de distinto parecer y dice: una experiencia política que hay que rechazar, una vez consumada, pero que hay que aceptar desde el punto de vista histórico, y no por sí misma, sino por sus repercusiones.

El conservador vive en la conciencia de la eternidad, por encima de toda temporalidad. Pero al mismo tiempo ve el presente abierto hacia el futuro.

Él sabe que el mundo histórico en el cual vivimos es un mundo ordenado por leyes y sujeto a continuos recursos. Pero no individualiza esta suerte de repetición, regularmente martilleada en las formas, sino en los elementos, de los cuales las formas son expresión. Considera la homogeneidad de las pulsiones humanas expresadas a través de los distintos pueblos con la invariabilidad de sus pasiones y derechos fundamentales, y ve como el todo se rige por el poder, se funda sobre la relación natural entre fuerte y débil, sobre la superioridad del individuo, pero también sobre la problemática del individuo, sobre la sumisión, pero también sobre el poder de las masas, con la consecuencia de un actuar histórico inspirado en la valentía o la renuncia, de la sensatez o la estulticia, de la capacidad de decisión o la laxitud. Pero él sabe también como cada valoración depende finalmente de las circunstancias, que pueden aparecer irracionales mientras son razonables, ocasionalmente mientras son coherentes. Más allá, él sabe que el sentido de todos los acontecimientos se encuentran en su realización, respecto a la cual nada es previsible: no se conoce la duración, la dirección que ellos toman, el valor final que ellos tendrán. Después de la revolución, el alemán conservador, ha pronunciado la frase menos reaccionaria: «Quizás sirva para algo». El conservador da a esta consideración un valor metapolítico. Por lo demás, su creencia en lo incalculable lo protege de considerar el futuro como previsible: revolucionario y reaccionario se sitúan sobre la misma línea.

 El reaccionario es una forma degenerada del conservador. El reaccionario es racionalista. Se atiene a los hechos. Conoce solo los efectos inmediatos. En lo que concierne a la revolución también se atiene únicamente a los hechos. No se preocupa de las causas; por lo demás él mismo es una concausa, no como persona sino como tipo. Él no entiende el pensamiento conservador de forma viva y desde el interior. En un tiempo en el cual no había revolución, ha favorecido en su función la afirmación de un pensamiento conservador. Mediante una cierta desidia espiritual, traducida en la despreocupación política, ha preparado aquellos acontecimientos por los cuales no ha podido impedir el desenlace revolucionario.

Todavía no comprende esta revolución, porque no la ha vivido: solamente la ha rechazado. Dice tener trato y experiencia respecto a ésta revolución. Pero su aprendizaje ha sido puramente mecánico, justo porque no la ha vivido. No ha asumido ninguna posición en su ámbito, porque ha permanecido como un extraño ante ésta. Por el contrario, el conservador conoce los problemas vinculados a ésta, porque tiene sensibilidad hacia los tiempos y acontecimientos. Él posee una concepción global del mundo en la cual inserta aquello que es significativo, o no lo es, respecto a la revolución. Así vive el conservador su participación revolucionaria, por la cual se contrapone al reaccionario: de hecho, él no está a favor de la revolución, sino en contra de ella.

Cada pueblo tiene su revolución a su modo, de un modo exclusivo: un pueblo político lo hace de forma política, un pueblo apolítico de forma apolítica. Con este presupuesto nos ha sido posible ver como ha vivido su revolución el pueblo alemán. Sin embargo, los pueblos se transforman a través de las revoluciones. Nadie continúa siendo como era. La revolución para un pueblo representa solo un momento, una fase, frente a la eternidad del devenir. En su vórtice se se abren recorridos que antes aparecían cerrados. Este efecto es de extrema importancia y viene acompañado de cambios sociales, de una mezcla de los estratos sociales, de los oficios y las clases. Determina un particular desplazamiento de fuerzas y el abandono de viejas costumbres, que los hombres son empujados a reformular en sus concepciones. Ellos llegan a ser portadores de una nueva concepción del espíritu, del cual puede nacer una nueva época histórica.

El reaccionario tiene una concepción superficial de la historia, tan fuerte como en el conservador ha arraigado. El reaccionario concibe el mundo como algo ya completo, el conservador como algo que siempre se transforma. Uno actúa en la temporalidad, el otro se dirige a lo eterno. Aquello que era no será nunca más, sino que aquello que siempre está en el mundo puede reaparecer continuamente.

La política reaccionaria no es política. La política conservadora es una gran política. La historia de pequeñas hazañas tiene como su expresión la política, una política que pasa rápidamente al olvido. Sin embargo, la política adquiere grandeza y no se borra cuando está en condiciones de crear la historia.

Reaccionario es quien confunde política e historia y querría que la historia fuese hacia atrás."



(ARTHUR MOELLER VAN DEN BRUCK)



ilustración: Arnold Böcklin

viernes, 1 de abril de 2016

...Y BARAJAR






"Hasta ahora, el Este ha tenido más paciencia que el Oeste. La paciencia eslava se hace dueña de nuestro sentimiento de culpabilidad." 
  
(CARL SCHMITT)