para Carmen
Dibujo ininterrumpidamente desde los tres años hasta bien entrada la adolescencia (esto es, desde 1960 hasta 1973). Durante los primeros cinco años, coches y dinosaurios: de los coches sólo me interesan las carrocerías, cuyas líneas aerodinámicas me provocan en esos inicios de perversión polimorfa total una excitación preludio de la que años más tarde me provocarán las formas femeninas (a este fetichismo he dedicado varias entregas en LINEA DE SOMBRA: coches deportivos, utilitarios y de lujo); en cuanto a los dinosaurios, apunta mi afición a la zoología o, por mejor decir, a la criptozoología, siempre atraído por bestias reales pero profundamente anómalas (peces como el celacanto o el arawana, mamíferos primigenios como el bradipo o el ornitorrinco, anfibios underground como la cecilia lumbricoide o el olm, procordados como el anfioxo...), por criaturas extintas (el dodo, el lobo marsupial, el diplocaulo, el andrewsarchus –mi criatura totémica desde hace más de una década-) o por seres sobre cuya realidad hay fuertes controversias (caso de Nessie, cuya presencia legendaria es el perfecto background para mi novela LA CANCION DEL AMOR –a la que cierto profesor de la Universidad de Aberdeen dedicó una tesis a fines de los 90, inacabada por morir el hombre de derrame cerebral aunque no antes de haberme pedido sesenta ejemplares del libro para repartir entre sus alumnos: historia cierta y gozosamente bizarra que parece una addenda a la propia novela y que se repetiría años más tarde, de manera menos infausta, con la obsesión de Esther Peñas por mi novela MARY ANN, obsesión que permanece inmarchitable hasta la fecha y bajo cuyas pulsiones se entretejió nuestra atípicamente intensa conexión-).
Tras un bienio largo dedicado mayormente a descubrir la música pop como entretenimiento y a escribir canciones tan fallidas como abundantes, al entrar en 1975 en Artes y Oficios como preparatorio para un nunca consumado acceso a Bellas Artes así como al iniciar simultáneamente mi singladura en la prensa marginal (acicateada por mis dos primeros trabajos remunerados: una tira cómica que duró varias semanas en GUIA DEL OCIO –entre diciembre del 76 y enero del 77- y medio año como ilustrador de artículos en la revista universitaria PLATAFORMA –primera mitad del 77-), empiezo a darme a conocer como El Zurdo, sujeto que alumbra chistes gráficos (casi siempre con un retrete como icono), pequeños textos que ponen el surrealistómetro a cien (según apreciación de Elena Gabriel, compañera de fatigas contraculturales a la sazón) y performances histriónicas en El Rastro. A partir de 1980, con la elaboración de la portada y contraportada de mi primer libro, TODOS LOS CHICOS Y CHICAS, prácticamente me despido del grafismo para concentrarme de lleno en la escritura y en la música.
A mediados de los 80, profundamente afectado por la lectura de cierto libro de la colección Alianza Forma sobre pintura y escultura fotorrealistas, empiezo a escribir textos fuertemente inspirados en pinturas adscritas a ese estilo, tanto reales como imaginadas y/o soñadas (que mi subconsciente enlaza con los cromos de animales y coches que tanto me conturbaron en mi niñez y con mi querencia de siempre por la ecuación PINTURA HIPERREALISTA = MISTERIUM TREMENDUM encarnada en Magritte y, en menor medida, en Dalí). Tengo la vaga intención de ensamblarlos en un libro pero acabarán por dispersarse como colaboraciones para ABC, como fragmentos insertados en la ya citada novela LA CANCION DEL AMOR (concretamente, los incluidos en las páginas 73/74/77 –las presuntas notas de Joseph Leo Mankiewicz sobre cierta criatura gigantesca-, y el capítulo 17), como material base para el capítulo segundo de la narración inconclusa TEP (publicada en el no menos inconcluso fanzine THE ELDERLY PASSENGER) o como entradas en mis blogs (caso de ésta o –mucho más reciente en su elaboración pero también surgida de imágenes fotorrealistas, entre reales y soñadas- esta otra).
ilustraciones: THE LEFT HAND
No hay comentarios:
Publicar un comentario