sábado, 3 de agosto de 2019

ALGUNAS REFLEXIONES A PARTIR DE LA LECTURA DE LAS MEMORIAS POLITICAS DE LANUSSE


Tal vez los tres momentos en que los poderes en Argentina han tratado de desarrollar una mayor voluntad de consenso y participación sin buscar ni revanchismos ni conatos de guerra civil hayan sido las etapas presididas por Frondizi, Lanusse y Alfonsín, todas ellas etapas "de Transición" (en el sentido que podamos dar a la Transición española comandada por Adolfo Suárez). La llegada del primer peronismo tendría más que ver con las de Mussolini y Hitler o la de Allende en Chile, en tanto que supone el dominio temporal de una mitad del país sobre la otra mitad, desde la ambivalencia de unos comicios/refrendos y unas ulteriores acciones de consolidación/represión por parte del Ejecutivo que en buena medida desnaturalizan el presunto origen de apoyo electoral: la gran virtud del peronismo, la integración de las clases más desfavorecidas en la dinámica nacional, en España la desarrollaría el franquismo (tras el neto precedente de su victoria militar, sin las ambigüedades mentadas) primero con el uso calculadamente demagógico de los discursos más radicales de su mixtura movimientista (falangismo y comunitarismo carlista) y más adelante con el desarrollismo vinculado a sectores cristianos (Opus y Propagandistas) hasta asegurar su amplia base social con la desmovilizada clase media. En algunos aspectos, el franquismo anticipa a la China postmaoísta y su síntesis de capitalismo instrumental bajo la dirección férrea del Partido Comunista y se aproxima (hasta tomarla en buena medida como modelo durante el tiempo de mayor protagonismo institucional de Carrero Blanco) con la V República presidida por De Gaulle.

De las tres situaciones argentinas mencionadas, pienso que la más honestamente defensora de la estabilización de un pluralismo político consensuado y pactado y libre tanto de ambiciones personales no exentas de aventurerismo (Frondizi) como de la conciencia apriorística de impotencias condicionantes (Alfonsín) fue el diseño de Lanusse desde los prolegómenos del derrocamiento de Onganía hasta la toma de posesión de Cámpora (derrota en buena medida del proyecto lanussiano -pero también victoria formal en el sentido de resistirse a una nueva yugulación golpista y mantener la palabra dada de encauzamiento hacia un protagonismo de los partidos y la sociedad civil, encauzamiento que los hechos harían imposible por culpa de la subversión guerrillera y de la espástica gestión del último Perón- y que, traducido al modelo postfranquista, sería dicha asunción de Cámpora una agridulce mezcla de primeras elecciones del 77 envenenadas con el zapaterismo surgido del 11M).

Y ha de destacarse que el único momento en que Argentina ha tratado de luchar contra la subversión violenta desde la ley y sin atajos "sucios" fue en la etapa de Lanusse con la creación de la Cámara Federal para juzgar y encarcelar, sin masacres ni "desaparecidos". En nuestro país habría que esperar a la gestión antiterrorista de Aznar para hallar un modelo similar que uniese firmeza, respeto a la ley y ausencia de complejos a la hora de aplicar la ley sin dejarse permear por chantajes nacionalistas (aún más patente, si tocamos este tema, el nexo entre el brusco sesgo anárquico con la llegada de Cámpora y el 11M).

Como ya he dicho en otra ocasión, es sintomático de la nula voluntad argentina de regeneración y su obstinación en pendular entre pasados errores demagógicos (a diestra como a siniestra) la escasa valoración en el imaginario político de la figura de Lanusse. Si pensásemos en alguien del ámbito castrense similar en el plano español, se me ocurre la figura (en buena medida también olvidada) de Manuel Díez Alegría (alternativa más válida, a mi juicio, que Gutiérrez Mellado como garante militar de la Transición por su mayor ascendente en el Cuerpo y más estabilidad emocional y que "no pudo ser" por su defenestración en el caos tardofranquista que siguió a la muerte de Carrero).

También se me dirá que, siendo tan forofo de la experiencia peruana de Velasco Alvarado, cómo opto por Lanusse frente a los sectores que se le oponían desde posiciones "nacionalistas" presuntamente afines al modelo peruano: algo que he aprendido con el tiempo es que cada país vive su circunstancia y las salidas del hoyo de maneras muy diferentes en la forma (aunque muy en el fondo la intención regeneracionista sea idéntica) y así, en una misma época pueda valorar a figuras tan diversas como Lanusse para Argentina, Velasco para Perú, Carrero para España y Nixon/Kissinger para los USA y el reequilibrio planetario entre superpotencias. Y, refiriéndome a esa misma época, también la siento huérfana de la figura de De Gaulle por causa del infausto maidan del 68.