(inspirado por la lectura de FIGURAS DE LA PASION DEL SEÑOR de Gabriel Miró)
Occidente, romano (más decadente que augusto -o, por mejor decir, augusto tan sólo en lo payasesco-) y plebeyamente herodíaco, de alma tatuada por huir de sí misma, anhelando (como un Charlot que juega a Hitler -¿o era al revés?- o como un Heliogábalo con atisbos de Obama) ser mesías en lugar del Mesías. El placer más obsceno, el más imperdonable, sí, el de la buena conciencia como ornato final para justificar la más completa falta de responsabilidad y autocrítica.
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