La Mujer Inquieta no se pretende, se sabe tal (esa certeza la lleva a la discreción, incluso a mostrarse esquiva: todo lo contrario a la procacidad de las impostoras).
A veces (o mejor, con frecuencia), la Mujer Inquieta lleva gafas. Desde las que mira mejor dentro de sí y también, saltando esa alteridad filistea que tanto la abruma y desagrada (ese asfixiante smog social saturado de futilidad), a la Naturaleza (esto es, a cualquier paisaje -sea una mayestática avenida berlinesa sea un bosque boreal sea una playa neozelandesa con promesas de Antártida- gozosamente desprovisto de gente -que no de personas, de ocasionales transeúntes-).
La carne de la Mujer Inquieta suele pasar desapercibida y, cuando no es así, lo es siempre desde el malentendido: sólo algunas miradas Otras podemos apreciar su brillo trasmundano.
La Mujer Inquieta está hecha de entelequias (entelequias conscientes de su anómala condición). En cuanto a las inquietorras... abundan en el Facebook.
No hay comentarios:
Publicar un comentario