viernes, 1 de marzo de 2013

DETALLES Y FAVORES


Un detalle se tiene con alguien a quien se aprecia, se respeta o se admira (en ocasiones -raras- las tres cosas juntas): supone una muestra de empatía, de afinidad, de acercamiento a esa persona. Un favor es un trueque disfrazado que se concede (conceder no es dar) a un extraño para satisfacción nuestra, como muestra de nuestra superioridad, de nuestro poder o sencillamente para manipularlo: un favor nunca acerca sino que marca las distancias entre quien favorece y quien es favorecido. Un detalle es algo personal (benditamente antisocial, íntimo), un favor es algo social (esto es, comercial, enemigo de la persona).

Las gentes como yo, poco sociables, náufragos entre extraños que nos rodean, solemos confundir (error muy propio del náufrago cuando se encuentra con un presunto semejante -como me comentó alguien en cierta ocasión, considerándolo como una tara muy mía-) el favor con el detalle. Tomamos como señal de empatía incondicional lo que es mera transacción. Entonces, creemos que la persona que nos favoreció sintoniza con nosotros más de lo que creemos, que es un alma gemela, y la tratamos con una confianza que nunca es bien recibida y se malentiende como algo intempestivo o fuera de lugar, como impertinencia o como (aún peor en estos tiempos de impersonalidad oenegera y caritativa) morder la mano que nos alimenta.

Resulta tremendo el caer una y otra vez en la misma confusión: ver aprecio donde no lo hay, sólo mera transacción, y ofender a los extraños por tratarlos como a afines. Pero lo más irónico es que a alguien como yo completamente incapaz de ver a los demás como extraños (cuando se dirigen a uno sin un palo en la mano, sin un insulto en los labios, sin una tomadura de pelo demasiado descarada que restregarme por las narices), aunque la mayoría lo sean, se le califique una y otra vez de "paranoico, huraño, hostil, de trato difícil" . ¡¡¡Pero si en cuanto alguien se me acerca con una oferta que no sea explícitamente un timo o una burla a mi inteligencia respondo a ese alguien con el corazón en la mano!!!

Joder, qué vida.

[¿paradoja? entre corchetes: precisamente como autodefensa supervivencialista (y tras las experiencias catárticas -en cuanto esclarecedoras- que supusieron MONDO BRUTTO y PEGAMIN) frente a esa debilidad mía de carácter, trato de bregar en un entorno tan mendaz y propenso a manipulaciones y trolleos como Facebook con las medidas del peaje, mayormente planteadas no por afán de lucro (sería de una imbecilidad superlativa si pretendiese basar mi sostén económico en el peaje de FB, vamos, digo yo –aunque como en FB abundan los imbéciles lo mismo hay quienes piensan así-) sino como test de empatía para rechazar automáticamente a quienes hagan caso omiso de ello o incluso se indignen y ofendan por la medida, demostrando una completa falta de voluntad por intentar comprender mi actual situación de estrechez]



2 comentarios:

Mameluco dijo...

¡Cuántos seres de buen corazón caemos en las mismas, Fernando!
Yo, que soy ingenuo como un cervatillo, también me creo que si alguien pide amistad o cualquier cosa a través de FB, es como si me lo pidiese ese colega desde párvulos. Y no. Al final poca gente es así.

Yo he pagado el peaje una vez, por meras relaciones contractuales que respeto porque sigo las reglas que me pone quien me interesa, porque usted era amigo mío antes de tal peaje, o al menos así lo considero.
Y las morcillas y chorizos que le traiga después de Semana Santa no será peaje ni pollas, sino regalos entre amigos. Entre amigos que actúan con decoro, e intentan ser dignos en la medida de lo posible.

Y no puedo comprender a quién diga que es usted huraño.

el zurdo dijo...

Que me den morcilla, siempre que sea como detalle y prueba de empatía.

Y todo aquel que "paga peaje", desde el momento en que tiene a bien hacerlo, ya no está pagando peaje sino demostrando su empatía y teniendo un detalle. El peaje sólo existe como tal para los que no lo piensan pagar nunca. El que quiera entender, que entienda...