viernes, 24 de abril de 2009

EL COMBATE MAS INTENSO



ilustración: THE LEFT HAND



(escrito mientras buceo sin miedo a la narcosis –más bien al exceso opuesto- por el volumen DEL NO MUNDO, de Juan Eduardo Cirlot –uno de los sujetos más peligrosos que ha dado nuestro ámbito occidental, peligroso para los antivalores que sostienen dicho ámbito, tan peligroso que su obra y su nombre y su memoria solamente pueden existir postreramente sin ser secuestrados bajo siete sellos merced a la piadosa mentira del autismo intelectual que caracteriza su estereotipo-, a la par que entrevero esa inmersión con la lectura a sorbitos de las MEDITACIONES de Marco Aurelio -¿un antecedente de lo que acabo de decir?-)

“Oscuridad se toma en el doble sentido de voluntad de entenebrecimiento exterior, y de abismamiento en hontanares que acaso valdría más ignorar” (Juan Eduardo Cirlot)

El Tremendo Misterio nos fue arrebatado (¿)para siempre(?) por el tío Adolf (charlotiano avatar tras el cual se ocultaba Mickey Mouse con capirote de Merlín –aunque en algunas imágenes, cuando nos asomamos a la mirada azul menos tópica, aquella que parece guardar atisbos de una paralela dimensión de Lucidez, creemos encontrar al doctor Gregory House y todo cobra sentido por un microsegundo, al menos para Rafa y para mí, y lo que no pudo ser por un instante es-). Hemos tenido que aguardar a páginas muy posteriores (EL VIAJERO DE AGARTHA de Abel Posse [gracias al zenmeister por descubrírmela], o la aullantemente antiarbitraria criptografía del oscuro –por invisible- JEC [loado sea Luigi por haberme dejado en estos meses la poesía completa editada por Siruela: muy en especial, respecto a lo que aquí nos ocupa, el volumen DEL NO MUNDO], o alguna sonrisa hermética de Jünger –de su Venator, por ser más concreto, aunque sospecho que Rafa también blandiría el HELIOPOLIS-, o –de manera impremeditada, como ocurre a veces con las iluminaciones proporcionadas por el pulp y la cultura de masas, así le acaeció a Cirlot con Bronwyn- la imagen poderosísima de la crucifixión de Lecter entre los cerdos) cuando/y/donde podríamos atisbar una infinitesimal restitución para quienes nunca vamos a aceptar del todo lo irremisible de ese robo. El Tremendo Misterio, que el charlotiano avatar nunca pudo mirar de frente sin morder las alfombras, en los versos y aforismos DEL NO MUNDO nos permite sostenerLe la mirada sin fulminarnos, parapetados tras la pupila ucrónicamente serena del poeta (serenidad que la mayoría –ya se ha dicho antes- confunde con autismo). Porque la gran diferencia entre Cirlot y Hitler estriba en poseer o no la clave última de la Responsabilidad, en asumir el Destino desde el máximo rigor o en pretender torearlo, trilearlo y minimizarlo como si de un juego de rol se tratase (la diferencia entre la Identidad del que se acepta hasta las lágrimas para mejor trascenderse y la performance del que huye de su sombra para encontrársela a cada momento, en cada recodo de su existencia, cual espejo mágico delator de miserias reales o –¡mucho peor!- imaginadas –en las visiones que Karl Kraus hace de la placenta en que se crió el ratoncito pardo puede recrearse en buena medida tal dinámica, como queda bien expresado en esta cita: “El nacionalsocialismo no ha aniquilado la prensa sino que es la prensa la que ha creado el nacionalsocialismo. Aparentemente sólo como reacción, pero en realidad como cumplimiento.”-). Si Heidegger es a Hitler como Emil Jannings a la Marlene de EL ANGEL AZUL, es bastante plausible pensar que Cirlot (como Drieu) habría quedado prendado ante el espejismo tan sólo un instante (seguramente, más instantáneo el instante en JEC, por hallarse éste más preparado en intelecto y ánimo para la –impepinable- decepción –en sus comentarios sobre Hess queda patente cómo su mirada atraviesa la vanidad adolfina en busca de esa Esencia escamoteada a la Gente Otra desde el momento en que el ratón Mickey se creyó Merlín-).

“La balsa navega por entre sombras acantiladas. El cielo y el lago se confunden en caos de borrascas. Aparatos electrónicos de medición, como redes pescadoras de secretos, bucean en torno a la horizontal de poliuretano.
Las aves sin rostro, gigantescas, verdosas, con alas como hipertrofiadas hojas de ginkgo, planean de una a otra orilla. Brisa tibia y pestífera: aliento de ocultos colosos. La balsa se mece con suavidad sobre olas de silencio.
Un sol enfermo, de color rancio, mate, asoma de vez en vez tras el gris nebuloso. Sus rayos se congelan como arcadas de un vómito nunca consumado. La mujer comprueba la temperatura del agua y recoge uno de los aparatos sumergidos. Su cuerpo se empapa de sudor embutido en el mono impermeable. Pequeños charcos en las axilas, el vientre y la entrepierna. Todos los humores se mezclan y chorrean por los muslos, las rodillas, hasta deslizarse dentro de las botas: sudor, orina y sangre cauterizan las heridas de los pies.
Los instantes se prolongan como las gotas de un fluido espeso. El motorcillo de la balsa se pone en marcha: su run-run desaparece digerido por la acolchada atmósfera. La mujer va subiendo a la superficie todos los aparatos de medición. La orilla donde espera el jeep se acerca imperceptiblemente.
Aquí los olores pueden llegar a ensordecer. Una pareja de grandes peces desdentados y sin escamas, herencia de un pasado remoto, siguen la corriente que provoca la hélice del motorcillo. Sus aletas dorsales cortan el agua. La
mujer apura el termo de té.
El lago está tan oscuro que hasta casi el mismo borde de la orilla no se distingue el fondo. La balsa toca suelo firme. El resto de la expedición, a un lado del jeep, anota observaciones en libretas de tapas negras, otea con prismáticos las márgenes opuestas, hurga en la bolsa de las provisiones, ayuda a la mujer a descargar.”

(fragmento final de mi novela LA CANCION DEL AMOR en el cual expreso de la manera más plástica lo que supone para mí la lectura de Cirlot)

¿Viaja más el que recorre la cáscara del mundo con exotérico frenesí de evoliano impasible o quien ahonda en sus adentros hasta lo indecible (lo literal, letrista, cabalísticamente indecible) después de una jornada demoledora en su grisura? ¿Quién combate más intensamente y contra enemigos más categóricos, menos circunstanciales? ¿Dónde hay más ruido vano y dónde más nueces, más furibundas nueces?

"Los viajes, en general, no me han servido. Pero algún viaje sí. En especial uno que realicé hacia 1960 a Carcasonne, solo, como llamado por algo o alguien (que luego no encontré allí en la ciudad murada). Al regreso en el tren me hice una profunda herida en la mano derecha. ¿Autocastigo por haber querido penetrar o llegar a donde yo no debo?"
(Juan Eduardo Cirlot)

Soy un pésimo lector de poesía, también de textos sagrados, y ya no digamos de filosofía pura (esa que enlaza con las ciencias más duras -matemática, física...-): solamente puedo en extraordinarias ocasiones sentirme golpeado hasta el tuétano por algo que me haga pensar que estoy ante La Ultima Palabra. Unas cuantas de esas ocasiones llevarán para siempre la firma de Cirlot.

“No me identifico con mi ser; mucho menos con la inteligencia de que dispongo. Yo soy mucho más que yo. Mejor dicho, soy ‘otra cosa’” (Juan Eduardo Cirlot)


SOBRE LA ILUSTRACION

Este juego de parecidos irracionales entre H y H no es sino la traducción al campo de las imágenes del impulso que el poeta sentía de vincular palabras por su semejanza formal, a expensas de su significado establecido. En vicioso círculo pescadillesco, a JEC ya le impactó dicho juego (para nada original pero siempre apetecible) cuando lo desarrollaba Dalí en su estratagema paranoico/crítica de los rostros ocultos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre somos otra cosa, lo realmente otro es que los demás sepan ver más allá, y mucho más en estos tiempos de autoestima permanente.