"Leí en una nota de prensa que las autoridades cubanas protestaban al gobierno de Estados Unidos porque los proyectiles lanzados de Cabo Cañaveral y, por lo que fuera, perdían el control, eran destruidos en el aire y trozos de ellos caían en territorio cubano, con el peligro que ello suponía para la población. Y, en un alarde de ingenio, pensé: «¿Qué pasaría si un proyectil con cabeza atómica, lanzado desde cualquier sitio, se supiese que acabaría cayendo en una ciudad cualquiera?» La evacuación de la población, con la precipitación lógica del poco tiempo disponible para ello, y, lo más importante, las razones por las que algunas personas se quedan, voluntariamente o porque ya no tienen posibilidad alguna de huir, era el núcleo del guión que escribí.
Cuando en 1963 una película media podía costar dos millones de pesetas, LA HORA INCOGNITA -título que impuso el distribuidor- nos costó seis millones. Y digo que nos costó porque la familia era la productora. El reparto era excepcional: Emma Penella, Fernando Rey, mis hermanos, Elisa Montés, Mari Carmen Prendes, Jesús Puente. El mejor operador de entonces, Godo Pacheco, cientos de figurantes -entonces todavía se los llamaba extras-, vehículos estrellados e incendiados, todos los rodajes de noche, con el costo que supone equipos eléctricos, técnicos y humanos...
Bueno, pues una ruina.
El guión fue finalista en los Premios del Sindicato Nacional del Espectáculo; también fue premiado el equipo artístico y mi hermano José Luis. Asombrosamente tuvimos unas favorables críticas...
Bueno, pues una ruina.
El texto -no es porque lo hubiera hecho yo- era bueno. La producción, generosa. La interpretación, colosal. El lanzamiento en estreno, mejor que la media...
Bueno, pues una ruina.
El público no quiso ir a verla. El ministerio la clasificó en segunda categoría, con lo que perdimos unos tres millones de pesetas que había que pagar. O al ministerio no le gustaba mi cine, cómico o dramático, cosa muy posible, o yo no disfrutaba de las suficientes amistades oficiales para conseguir, alguna vez, una calificación mejor. En aquellos tiempos, con Franco como jefe del Estado, para ser protegido por la Administración había que ser declaradamente de izquierdas. Y yo no era de nada. Claro que luego, con la democracia instaurada, para que los distintos gobiernos te ayuden en algo, también hay que ser de izquierdas. Pero como yo sigo siendo de nada...
La situación económica de mis hermanos no les permitía hacerse cargo de la trampa, con lo que, gracias a que yo nunca dejé de trabajar, tuve que amortizarla, poco a poco, en solitario. Durante todo el año 1964 y parte de 1965 yo sólo respiraba los sábados por la tarde y los domingos, porque eran días en los que nadie iba a venir a mi casa con facturas. De todos modos, fui el responsable de la catástrofe por creerme genial y, sobre todo, por salirme del camino en el que pisaba con una cierta seguridad."
(comentario del director y guionista Mariano Ozores en sus memorias)
créditos:
http://www.imdb.com/title/tt0057154/fullcredits#cast
comentarios:
http://ciberlohengrin.blogspot.com/2008/08/la-hora-incgnita_28.html
http://madhouse-casadelocos.blogspot.com/2008/09/la-hora-incgnita-espaa-1963.html
La razón de esta entrada: hace unas semanas, el amigo Dildo me dejó las memorias de Mariano Ozores, RESPETABLE PUBLICO (en las que, entre otras cosas, me identifiqué grandemente con su aversión al exhibicionismo maricón en tanto que insulto y rémora de la homosexualidad vivida como opción íntima libre y responsable, así como también con sus pesares por culpa de Pilar Miró durante los 80, que me recuerdan no poco al veto sufrido por mí a partir del 86 gracias al celo inquisitorial de Manrique, Rodríguez Lenin y demás -¿santa?- compaña), y allí pude reencontrarme (esta vez por la vía de la autocrítica) con una película que considero de las más insólitas que ha deparado nunca el cine español. Una obra de Guinness: nada más y nada menos que un auto sacramental contemporáneo (el único escrito ex profeso para cine: algo jamás admitido explícitamente por Ozores, supongo que por considerarlo pretencioso, pero algo perfectamente demostrable si nos atenemos al estudio de los personajes y que precisamente distingue LA HORA INCOGNITA de otras historias filmadas de denuncia antinuclear -LA HORA FINAL, EL DIA DESPUES, CUANDO EL VIENTO SOPLA...-; desde el más irreductible casticismo de nuestro teatro clásico, mamado y hasta impreso en el ADN de nuestro director, esta condición entre calderoniana y existencialista enlazaría la película, cabalmente ambiciosa, con el cine que Paul Schrader llama
trascendente en su ensayo sobre Bresson y Dreyer, nombres que, junto con Bergman o -por citar dos norteamericanos- Wilder -el Wilder de EL GRAN CARNAVAL o de TRAIDOR EN EL INFIERNO- y Lumet -NETWORK sería la muestra más notable-, pueden detectarse como compañeros de estilo, de evolución convergente, que no motivos de inspiración, porque la película de Ozores tendría más que ver en ese plano de afinidades llamemos anímicas con otras
pinturas negras del cine español de postguerra -dirigidas por Edgar Neville, José Mª Forqué, José Antonio Nieves Conde o Manuel Mur Oti-). Habrá quien piense también (por aquello de una película
seria de Ozores) en las películas serias de Woody Allen, pero aquí veo demasiado la facilidad postmoderna, algo jactanciosa (aunque el resultado en ocasiones sea bastante redondo -ahí SEPTIEMBRE, ahí OTRA MUJER-), del ejercicio de estilo. En LA HORA INCOGNITA no hay tal sino iluminación visionaria de adaptar a un medio novedoso de dramatización como el cine y a la temática de la Guerra Fría y sus
daños colaterales (décadas antes de que se inventase esta expresión, Ozores nos la muestra hecha fotogramas en un pueblo perdido de la España más profunda) las reflexiones solemnes que Calderón y otros autores del Siglo de Oro hicieron carne y palabras en corralas y patios, reflexiones que los Ozores, en su larga saga de cómicos, conocían mejor que la media presuntamente
ilustrada (hoy diríamos progre).
En contra de lo planteado por su creador, no me parece que LA HORA INCOGNITA sea una obra fallida por no gustar al público de su época (por la misma razón, podríamos reciclar como papel higiénico toda la pintura de Van Gogh). Es un trabajo que se adelanta a su tiempo y que, ya en los 80, si EL DIA DESPUES y CUANDO EL VIENTO SOPLA provocan el impacto que provocan en sintonía con una realidad dramáticamente propicia para esas preocupaciones, un rescate televisivo
prime time en el programa de Méndez Leite (y no, como se hizo, en una matinée de sábado, entre videoclips de la Movida y episodios de los Munster) habría permitido situar en el lugar que se merece este film del que su máximo responsable ha de hablar con la amarga acritud culposa de quien erró cuando no fue así (consideraciones estrictamente materiales aparte -admito que, en la visión quasi stajanovista del
cine-como-medio-de-vida que se impone Ozores, LA HORA INCOGNITA pueda verse como un lujo imperdonable, pero quizás en ese impulso a permitirse en algún momento de su vida tal lujo estriba la grandeza de alguien que siempre se acercó al 7º Arte más con la humildad de cómicos de la legua de su dinastía y no con veleidades genialoides, amando el cine con amor de artesano, sin concesiones al capricho, tan sólo, en todo caso, a la iluminación-).
Hablando de iluminaciones obsesivas, VIDA EN SOMBRAS acabó por volver loco (de nuevo viene a cuento Van Gogh) a su creador. LA HORA INCOGNITA no logra desquiciar los años por venir de quien la alumbró. Sólo en SUSANA (otra rareza, aunque menos arriesgada -que anticipa en un par de años, por diversas razones de reparto, génesis argumental y ambientación, al film más interesante y no menos raro de su amigo y compadre José Luis Sáenz de Heredia, LOS GALLOS DE LA MADRUGADA-) Ozores tratará años más tarde de recuperar dicha iluminación. Tal vez sin la cicatería de Pilar Miró y de otros como ella, con subvenciones y un cierto apoyo institucional, nuestro hombre se habría permitido de nuevo, después de tantos años, un nuevo
lujo (¿un remake de LA HORA INCOGNITA? ¿o una nueva versión del siempre vigente clásico de Forqué -donde, por cierto, la firma de Ozores figuraba en el guión- LA NOCHE Y EL ALBA? ¿o, mejor, material ambicioso por completo inédito que pudo ser y para nada fue, perdiéndose entre los embriones desechados -que habría dicho Satie-?). Una pena. Más que para Ozores, que parece haberlo asumido con bíblica resignación, para ese sector iluminado, visionario, de su RESPETABLE PUBLICO que, sin pretender hacer de menos buena parte de su cine cómico (en mi caso, las preferencias van por los años 60 y primeros 70, con su hermano José Luis -esa comedia poética de homenaje y despedida, HOY COMO AYER-, López Vázquez, Conchita Velasco, Gracita Morales, Lina Morgan -mi favorita, LOS PECADOS DE UNA CHICA CASI DECENTE, su trabajo más italiano en fondo y forma, donde los espectros de un De Sica, un Risi, un Comencini o un Monicelli parecen más presentes que nunca en el cine de Ozores-, Alfredo Landa, su hermano Antonio, o el primer Tip -tan zurdesco en LAS HIJAS DE HELENA-) quedó profundamente impactado por LA HORA INCOGNITA.
http://www.fulltv.com.ar/ver/pelicula-la-hora-incognita-36-37964.html
POSTDATA: OZORES COMO PSICOTRONICO (¿HOMENAJE O INSULTO?)
A partir de los 90, con fenómenos como MONDO BRUTTO y publicaciones de similar pelaje, la ascensión de Santiago Segura, los programas de telebasura con resabios de humor tipo CRONICAS MARCIANAS o los blogs de pajerismo bizarro se pone de moda en nuestro país el llamado culto a lo
psicotrónico. Podría considerarse una vuelta de tuerca perversa al culto a lo kistch introducido por gays como Andy Warhol y John Waters (y aquí por Almodóvar, Paco Clavel, y hoy por hoy un larguísimo etcétera que ha empezado a adquirir trazas de institución quasi sagrada -se ha visto con la reciente polémica ante ciertas declaraciones de la reina Sofía sobre cabalgatas y homobodas-). O también podría pensarse que los impulsos de erudición y coleccionismo de lo irrelevante puestos de moda por el cocoonismo postmoderno a comienzos de los 80 han acabado rayando en su secuencia terminal con parafilias y manías como la coprofilia y el síndrome de Diógenes. Esto es, odio a todo lo que no sea conceptuado por el establishment ilustrado como basura, como ínfimo. También podría aplicarse la siguiente denominación: la introducción de la
filosofía punk en la crítica cultural. O, en el contexto de esta entrada, la reivindicación de todo lo que una Pilar Miró consideraría despreciable.
Bien. Esto tiene dos lecturas. Una reivindicación visceral del tono menor, como hacen muchos gays de lo kistch o muchos punkies de la basura cultural, pues perfecto (ese desafío ya estaba en el dandismo del XIX y en el surrealismo). Pero... tal vez es otra cosa (que yo ya analicé
aquí y que quedaba estupendamente reflejada en el film MAMA ES BOBA de Santiago Lorenzo). Esa otra cosa sería pura y simplemente la complacencia en el escarnio. Cuando David Letterman (una de las matrices USA de nuestros Pepe Navarro o Xavier Sardá) lleva a Harvey Pekar a su programa lo hace básicamente para cachondearse de él, para llegar a una comunión con su público en la agresión a alguien supuestamente más débil (la versión
incruenta -no se descuartiza a nadie,
sólo se le machaca la psique- de los espectáculos romanos de leones y cristianos). Sólo desde ese prisma podemos entender la presencia del liliputiense Galindo en CRONICAS..., del Risitas en el programa de Quintero o el lanzamiento de Tamara a manos de los Fangorios y su gente o la imperiosa necesidad de sacar frikis para satisfacer a la audiencia (incluyendo la morbosa ingestión de las últimas miserias de Pajares y Esteso como juguetes rotos -que parece superar en interés de las masas a las ya masivas, en su momento, películas cómicas que hicieron con Ozores, pero ahora por mor de unos impulsos bastante más enfermizos por parte de un público -don Mariano estará de acuerdo conmigo en este caso- día a día menos respetable).
En España, el culto a lo
psicotrónico, esa búsqueda maliciosa del peor director de cine para ensalzarlo a la par que escarnecerlo (buscando a nuestro Ed Wood desesperadamente), recupera básicamente a dos nombres: Jesús Franco y Mariano Ozores (a los que añadir, sobre todo en la estela del primero, a un León Klimowsky o un Amando de Ossorio -por su cine de terror-). El tío Jess parece sentirse a gusto como psicotrónico y hasta dirige alguna cosilla concebida básicamente para ese público (aquello con las KILLER BARBIES). Por lo poco que he visto del cine de Franco, detecto en él una visión del mundo mucho más retorcida (eso que en la jerga del cine se llama xploitation, algo quasi proxeneta, donde el cineasta y el dueño de club de alterne parecen confundirse -algo que también he detectado en otros nombres como Germán Lorente, Ignacio F. Iquino o José Ramón Larraz, todos ellos, por cierto, plenamente psicotrónicos-) que la que pueda tener Ozores y quizás por ello el oportunismo más descarnado prime frente a consideraciones como el asco ante una gente que lo ensalza como basura. Por lo que cuenta Ozores en sus memorias, él nunca pretendió hacer basura ni creo le haga muy feliz que lo consideren una de las variantes carpetovetónicas de Ed Wood.
Yo lo veo como el equivalente autóctono de cineastas italianos
menores (en relación con De Sica o Fellini: ahí los ya mentados Comencini o Monicelli), más tarde va incrementando su nivel de erotismo como en el vecino país pudieron hacer un Pasquale Festa Campanile o un Marco Vicario para, en los últimos tiempos de su cine más de destape, recoger ecos de fenómenos contemporáneos como las historias de Jaimito o la saga de Edwige Fenech. En todo momento, tiene un ojo puesto en la comedia
ilustrada que se hace en España, bien eligiendo ocasionalmente determinados intérpretes (Guillermo Montesinos, Oscar Ladoire...) bien con detalles en el diseño de personajes o incluso de ambientación (la atípica bohemia de Pajares en QUE GOZADA DE DIVORCIO siempre me ha traído a la mente algo del OPERA PRIMA de Fernando Trueba, como PAREJA ENLOQUECIDA BUSCA MADRE DE ALQUILER es una recreación bufa -a mi entender, bastante lograda- de presupuestos formales y argumentales de Almodóvar así como de algún otro nombre de la
nueva comedia -un Gómez Pereira, por ejemplo:
nueva comedia que, a su vez, en un interesante feed/back, parece tomar al propio Ozores como fuente de inspiración en alguna que otra ocasión-).
Ozores, tras unos tanteos más ambiciosos (como director/guionista o como guionista) sea en comedia sea en drama (cuando en su derredor se gestaban películas de Ferreri, Forqué, Berlanga, Fernán-Gómez... o las telecomedias de un Armiñán), parece quedar bastante marcado culposamente por el fracaso de LA HORA INCOGNITA y ello da la impresión de obligarle a un stajanovismo de
cine-como-medio-de-vida donde toda posible pretensión o ambición creativa queda sometida al rasero prioritario de la aceptación del público. Este stajanovismo, que sólo se suaviza eventualmente con SUSANA, de haber recibido una atención mayor de la crítica y del establishment cultural, podría haberle permitido un momento de recuperación plena de sus talentos como pudo suponer en Italia ese canto de cisne de la comedia de los 60 que fue AMICI MIEI y su secuela (se incluye comentario mío
aquí). En cambio, Ozores sólo encontró la hostilidad de la Miró, la desatención de Méndez-Leite o más tarde de Garci en sus ciclos con tertulia, y, cuando en su regreso a la tv en los 90 (a la vez que lo hacían otros veteranos como Vicente Escrivá y Tito Fernández, quienes dejarían pelotazos en Antena 3 como LLENO, POR FAVOR, ESTE ES MI BARRIO y MANOS A LA OBRA –Escrivá- y LOS LADRONES VAN A LA OFICINA –Fernández-) se plantea EL SEXOLOGO (una serie llena de posibilidades), es linchado de nuevo por un puñado de femibobas primas hermanas de quien ya le había negado el pan y la sal una década antes (esa misma presión en tirar abajo la serie de Ozores no la han demostrado después -en plena apoteosis de Bibiana Aído y la
educación para la ciudadanía- en erradicar todo el impresentable abanico de telebasura en sus mil y una variantes -late night shows con sus cuadras de bufones y fenómenos de feria, programas de cotilleo, reality shows, GRAN HERMANO, etc-).
Insisto: Mariano Ozores no es un
psicotrónico. Como tampoco lo han sido sus hermanos José Luis (resulta doloroso incluso señalarlo) o Antonio, o Tip (¿por qué no se considera del mismo modo a Coll? ¿porque era asiduo de La Bodeguilla cuando Felipe?), o Tony Leblanc (yo, que me congratulé inicialmente con su regreso al cine de la mano de Santiago Segura, ahora tengo mis dudas de si aquello fue en parte el
abrazo del oso de una recuperación psicotrónica camuflado con el oropel de nuestra parodia goyesca de los Oscar -vamos, como el episodio quijotesco de Clavileño y los duques pero en el mundillo del cine-), o Miguel Gila, o Andrés Pajares (nuestro Alberto Sordi, marioneta en estos últimos tiempos de la más implacable y destructiva canalla mediática).