El zenmeister lo definió (desde la objetividad más asertiva y jüngeriana, en las antípodas de cualquier frivolidad rijosa) como "el máximo arquetipo vivo de la belleza masculina".
De una estirpe de buscavidas entre la ironía y el tormento interior (esto es, dispuestos a trascender con creces ese rol), en la que también incluiría a William Holden, a Jeff Bridges y (por razones más de forma que de fondo) al sosias replicante de Newman, Rutger Hauer (quizás también a Bill Murray, cuando va más allá de la bufonada), con algo de Anarca en su desapego sutil (tan distinto a la ostentórea otredad del titán Brando -Hauer, en el fondo, participa más de esta esencia que de la de Newman: sería un Brando enmascarado de Newman-) frente al desorden establecido, los más grandes momentos que me deparó se encuentran en WUSA, COOL HAND LUKE, THE HUSTLER, HARPER, DULCE PAJARO DE JUVENTUD, EL JUEZ DE LA HORCA, DONDE ESTA EL DINERO...
domingo, 28 de septiembre de 2008
lunes, 22 de septiembre de 2008
LEIDO EN LA CANICULA (2)
POR TIERRAS DE PORTUGAL Y DE ESPAÑA (Miguel de Unamuno)
He leído este mi primer volumen completo de Unamuno (que tanto marcó la adolescencia de mi madre -especialmente EL SENTIMIENTO TRAGICO DE LA VIDA- y cuya presencia en las estanterías acompañó mi infancia -la obra que acabo de mencionar, más NIEBLA, ABEL SANCHEZ, VIDA DE DON QUIJOTE Y SANCHO...- sin decidirme nunca, tal vez precisamente por la insistencia materna -que por entonces sólo me inspiraba desconfianza y agobio-, a la inmersión en aquellas páginas australes) con el corazón a caballo entre mis recuerdos del vecino país y las reseñas magdalenienses de escritura y paisaje (por cierto, ninguna de don Miguel hasta el momento).
Ha sido un descubrimiento gratísimo de alguien a quien hasta ahora sólo me había aproximado por la oblicua vía de la imagen para pequeña y gran pantalla (NADA MENOS QUE TODO UN HOMBRE, NIEBLA, ABEL SANCHEZ) y por cierto capítulo del VIAJE A LOS CENTROS DE LA TIERRA de Vintila Horia. El zenmeister, tan unamuniano él, me ha prometido ir pasándome a la mayor brevedad sendas entregas del berroqueño rector. La primera mitad del libro supone otra vuelta de tuerca en mi acercamiento a Portugal. Desde la ambivalencia unamuniana en cuanto a los sentimientos que le inspiran las tierras allende la raya y transportado por sus atinadas descripciones de la psicología lusa, crece mi anhelo de volver a pisar un suelo tan ajeno a la mala baba carpetovetónica, tan ensimismado en sus mejores tiempos (conjugados, cómo no, en pretérito), en sus morbos religiosos, en sus océanos de lágrimas, en su brumoso nirvana, en su (cada día más sano y pertinente) odio a la prepotencia hispánica.
El resto del libro es más feroz (su vigentísimo retrato de Barcelona y su certera distinción entre el separatismo vasco y el catalán, motivado el primero por el orgullo antisocial -siempre más disculpable por hallarse más apegado a la naturaleza- y el segundo por la vanidad de epatar a los otros -de ahí que el catalanismo, a diferencia del independentismo vasco, tenga siempre en su turbia esencia burguesa algo de fullero, de truquista, contra la innegable voluntad facciosa de los paisanos de don Miguel, desde los partidarios del pretendiente Carlos Mª Isidro a los encapuchados de la última hornada-; o esa constante abominación contra el turismo, contra el maquillaje que desnaturaliza la tez de las muchachitas vascas, contra los tenderos enriquecidos, contra las masas profanando con su odiosa irrelevancia los paisajes sagrados -magnífica la semblanza de cierto santuario navarro con su guardián cerbérico, martillo de turistas, tocayo de Unamuno para más gozo de nuestro autor, y sus criadas fibrosas, lacónicas, ajenas a toda mundanidad, a toda tentación histérica, como hembras de mastín, como walkirias imaginadas por Zuloaga-, contra la filosofía como presunción y no como destino que se vive sin mentarse. Unamuno, en su malhumor, se alza ciclópeo sobre un país que ya entonces agonizaba y del que hoy sólo queda la podre (¿qué diría don Miguel de ZP, de Zerolo, de Rajoy, de los tsunamis de silicona, de las máscaras de botox, de los carnavales de Chueca, de los pajeros que malgastan sus días manoseando una y otra vez la misma subcultura kistch hasta volverla ruido blanco y/o encefalograma plano, de la telebasura, de GH? Seguramente no tendría palabras o las palabras no bastarían para expresar su horror: Unamuno y Una...bomber, tan lejos y tan cerca...).
foto: CASILDA D. MENTE
domingo, 14 de septiembre de 2008
LEIDO EN LA CANICULA (1)
THE CHANGE (Germaine Greer)
Desde mi condición de UOMO LESBICO, más cercano a Lo Femenino (nunca a lo afeminado -engendro machista, ni siquiera masculino-), cercano desde la empatía que no desde la otredad, he leído esta obra (recomendada por la osita, quien la descubrió en Holanda en los primeros 90 y le causó un impacto notable por su rechazo absoluto de las convenciones clínico/machistas en torno al climaterio y los años de ancianidad -"¿cul de sac sin expectativas para la mujer?" se pregunta la autora con deconstructiva ironía-) no como algo que atañe a otra especie sino como algo que me toca de lleno en aspectos, si parcialmente fisiológicos, plenamente emocionales y sociales.
A la autora no le gustan los eunucos, ni femeninos ni masculinos. A mí tampoco. Todas las tácticas de emasculación nos repugnan a ambos. Emasculación es doma y doma es antinaturaleza: la mujer amariconada, el hombre afeminado, la homosexualidad entendida como caricatura de la caricatura previamente perpetrada por el machismo de Lo Femenino (o, en el caso de cierto lesbianismo, como remedo de lo machista más que de Lo Masculino), todo lo que asienta el universo unidimensional del macho social. Tanto a la autora como a mí nos atrae Lo Femenino como potencia primigenia, inspiradora de temor y de respeto (y, desde ese temor y respeto, de amor en libertad), nacida no de la sumisa costilla de Adán sino de la silvestre matriz de Lilith, de Artemisa, de Medea, de Ligeia, de las brujas y sacerdotisas que se desarrollaron desde la introspección y no al socaire del macho (bien buscando su aquiescencia bien procurando llevar la contra por llevar la contra -otra manera de ser esclava del hombre-).
Germaine Greer es una mujer hermosa, no sólo por gozar de una afortunada estructura física sino por verse hermosa y no regirse por cánones ajenos de belleza. Lo que cuenta en su libro es reflejo de un alma hermosa. Sin tópicos ni anteojeras, sin sectarismos ni unidimensionalidades, desde unas apetencias sexuales no excluyentes (que tiran por tierra el viejo tópico machista "feminismo = lesbianismo = incapacidad de las feas para encontrar pareja masculina" y que dejó claro en el 2003 con su controvertido libro dedicado a glosar la belleza de los efebos -un libro cuya lectura podría perfectamente acompañarse con el fondo musical de I GIARDINI DI KENSINGTON, esa traducción viscontiniana de Lou Reed que Patty Pravo nos regaló allá por los primeros 70 y que yo he incluido en mi repertorio desde hace un lustro-), reivindica la época de la vida en que las facultades físicas comienzan a decaer y la naturaleza va cerrando el ciclo de la procreación como una época de elevación hacia Lo Trascendente (en una línea mucho más próxima al Pensamiento Oriental y Primitivo que a la modernidad occidental y burguesa, de pragmatismo disfuncional por lo miope).
Leyendo a Germaine Greer no puedo por menos que pensar en mi tía Carmela, la randiana, y su feminidad agreste, curtida en soles y soledades, unida a un hombre desde una perspectiva por completo antipatriarcal, y para quien los años que se inician en la menopausia fueron años de plenitud y no de ocaso. De veras, me he sentido muy cómodo leyendo un libro escrito para todas las mujeres y para todos aquellos humanos que se identifiquen con Lo Femenino como potencia tremenda y terrible, inasequible al abuso y al desprecio, respetable, en una palabra. Lo Femenino como categoría/mundo en que vivir y profundizar continuadamente, no como anécdota/kleenex de usar y tirar al albur del capricho.
Y magistral la vivisección desmitificadora de aquel icono del feminismo burgués (tan lleno de alienación y contradicciones insolubles, como todo lo burgués) que fue Simone de Beauvoir.
Quiero acabar con una cita de Greer posterior a esta obra pero que refleja muy bien el espíritu y la lucidez de su trayectoria: "The 1969 female eunuch was nothing but womb. The 1997 female eunuch has no womb". El mejor reproche que puede hacerse a los gravísimos errores del feminismo burgués como rehén a la contra del machismo.
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