continuación de lo dicho aquí
Cuánto disfruto acariciando con el devenir de la palabra las neuronas de las mujeres. Cuando hay mujer y no hay neurona, el chasco y la angustia consiguiente es idéntica a la que me provocaría lanzarme desde considerable altura a una suave y rosada cama de agua con tupidos pliegues en forma de cerebro y descubrir a medio camino que la tal cama está completamente vacía.
ilustración: andrea hrnjak
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