martes, 17 de enero de 2017

LA CANCION DEL PELELE

Acabo de soñar la pasada madrugada esta canción, música, letra, hasta ideas de arreglo (Alvaro tendría que meter bastante mano porque la cosa iría de base de cuarteto de cuerda con unas guitarras haciendo dibujos por encima). A ver si quedo con Antonio y Clara y la vemos.

La música tiene reminiscencias clásicas, como ya me pasó con EL FUTURO, ACCIDENTE o ERECCION. Quizás por llevar un tiempo escuchando a Bach, Fripp, Messiaen, Nyman... En cuanto a la letra, hace ya como dos años de mi última relectura de SERVIDUMBRE HUMANA y, de LA MUJER Y EL PELELE, mi último contacto fue hace mucho (si no recuerdo mal, un telefilme donde el pelele era Richard Crenna -el instructor de Rambo- y la fémina Karen Young -la madre de EL NIÑO QUE GRITO PUTA-). Bueno, ahora que lo pienso, estoy inmerso por las tardes en plenas efervescencias masoquistas del joven Ferdinand Destouches con la traviesa nínfula Virginia (GUIGNOL'S BAND II). Aunque también, si lo llevamos al plano de la metáfora política, podría verse como parábola de ese empecinamiento de algunas personas que trato y aprecio por apoyar a gentuza que está moralmente muy por debajo de ellas. 


Luz de gas 
me hiciste cada día. 
Luz de gas 
y yo no lo sabía. 

Luz de gas: 
así toda una vida. 
Luz de gas: 
cuánta ocasión perdida. 

Luz de gas: 
tal vez fue cobardía 
(luz de gas) 
o simple tontería. 

Luz de gas 
como una muerte lenta. 
Luz de gas 
y yo sin darme cuenta. 

Luz de gas: 
sonrisas y camelos. 
Con qué arte envenenaste 
todos tus caramelos. 

Luz de gas, 
naufragio en tierra firme: 
si no fuera tan viejo 
optaría por morirme.



domingo, 1 de enero de 2017

LA SOCIEDAD DE CONSUMO



"Allí estamos en el hogar del consumo como organización total de la cotidianidad, homogeneización total, donde todo se recobra y se supera en la facilidad, la traslucidez de una «felicidad» abstracta, definida por la sola resolución de las tensiones. El drugstore ampliado a las dimensiones del centro comercial y de la ciudad futura es la sublimación de toda vida real, de toda vida social objetiva, donde quedan abolidos, no sólo el trabajo y el dinero, sino también las estaciones, ¡lejano vestigio de un ciclo que finalmente también se ha homogeneizado!
Trabajo, tiempo libre, naturaleza, cultura, todo esto, alguna vez disperso y generador de angustia y de complejidad en la vida real, en nuestras ciudades «anárquicas y arcaicas», todas esas actividades separadas y más o menos irreductibles entre sí, quedan finalmente mezcladas, amasadas, climatizadas, homogeneizadas en el mismo travelling de un shopping perpetuo, ¡todo queda finalmente asexuado en el mismo ambiente hermafrodita de la moda! Todo queda por fin digerido y convertido en la misma materia fecal homogénea (por supuesto, bajo el signo precisamente de la desaparición del dinero «líquido», símbolo todavía demasiado visible de la fecalidad real de la vida real y de las contradicciones económicas y sociales que la atormentaron alguna vez), todo eso ha terminado: la fecalidad controlada, lubricada, consumida, ahora ha pasado a las cosas, difundida en todas partes en la indistinción de las cosas y de las relaciones sociales. Así como en el panteón romano convivían sincréticamente los dioses de todas las regiones en un inmenso «digesto», en nuestro shopping center, que es nuestro panteón, nuestro pandemonio, se reúnen todos los dioses, o los demonios, del consumo, allí donde se han abolido en una misma abstracción todas las actividades, todos los trabajos, todos los conflictos y todas las estaciones. En la sustancia de la vida así unificada, en ese digesto universal, ya no puede haber sentido; ya no es posible todo aquello que hacía el trabajo del sueño, el trabajo poético, el trabajo del sentido, es decir, los grandes esquemas del desplazamiento y de la condensación, las grandes figuras de la metáfora y de la contradicción, que se asientan en la articulación viva de elementos distintos. Allí reina únicamente la eterna sustitución de elementos homogéneos. Ya no hay ninguna función simbólica: una eterna combinación de «ambiente» en una primavera perpetua."
(JEAN BAUDRILLARD)



Cuántas cosas me sugiere este libro:

el flaneurismo como militancia (pienso en aquellas charlas con Ramón de España en la Barcelona de comienzos del 83 y en algunas apreciaciones, como aquella de que Adolfo Suárez parecía un dependiente de grandes almacenes,  apreciación que el tiempo ha maltratado bastante si pensamos en tsunamis de carisma como Sánchez y Rivera, a cuyo lado adquieren rasgos de grandeza la disfuncionalidad de comisuras goteantes de un ZP o la hosca megalomanía liliputiense de un Aznar -Ramón de España es, junto con Esperanza Aguirre, una de las trayectorias más lineales y contumaces que se recuerdan en nuestra reciente piel de toro: el primero, como neoflaneur impenitente hasta en sus amarguras, decepciones y cabreos, y la fallida ¿por tardía o por visionaria? promotora del EuroVegas y mecenas de Boadella en Madrid, como devota desde el minuto cero del neoliberalismo avant la lettre, el de su maestro Pedro Schwartz, y como marca la paradoja para toda buena ortodoxia, eterno verso suelto en un mundo casuísticamente hayekizado desde mil y una "hermenéuticas" todas basadas en el cinismo más desfachatado, la atrofia intelectual más deseosa de atajos y la más completa falta de inquietudes regeneracionistas-);

la metástasis interesada de una parafilia (la encajada en esos protocolos LGTB donde la G es quien desde el comienzo ha marcado la pauta) en detrimento de todas las demás (ahora perseguidas como nunca antes: curiosa paradoja frente al homoconstantinismo creciente -¿qué dirían al respecto sujetos tan incorrectos como los otrora colegas Foucault y Scherer?-) y hasta de la norma sexual existente (por mor de su condición hiperconsumista: el ejemplo máximo y nunca contestado ni generador de "indignaciones" es el uso de la figura de Spartacus, símbolo otrora de reivindicación social, para dar nombre a la más famosa homoguía de turismo sexual);

la adicción a Roureslandia y a las teletertulias tongadas como sinónimo de realidad conflictual (el guerracivilismo como Monopoly -algo practicado por nuestro establishment "bohemio", caso de un Sabina o un Benito Rabal, cuando aún no rulaban ni el Internet ni las privadas- o como juego de Playstation -introducido por el zapaterismo y que desde el 15M se ¿elevaría? a la categoría de juego de rol-);

la obsolescencia programada también a escala humana y cada vez más vertiginosa, que da pie a los programas y medios donde se escarnece al personal como pago para que éste "salga en la foto" (sus inicios en nuestro país se iniciaron en los 90 con el culto a lo "bizarro" de determinadas publicaciones y con programas como CRONICAS MARCIANAS, EL MISSISSIPI y TOMBOLA -tan ejemplarmente denunciados en la película MAMA ES BOBA de Santiago Lorenzo- hasta dar pie años más tarde, como nueva vuelta de tuerca, a esa "rebelión de los idiotas" que los encumbraría a los más altos cargos -cargos que, obviamente, siempre les vienen grandes- a partir de los gobiernos de ZP en uno de los mayores derroches de tiempo y espacio políticos perpetrados por un estado presuntamente "desarrollado");

el auge babélico del tribalismo urbanita, los "orgullos" varios y la atomización/compartimentación como arbolitos de plástico que impiden ver el sombrío bosque de la entropía uniformizadora postmoderna (gauchoatlantismo ecopacifista, derechohumanismo, corrección política, NOM, lightcismo, pensiero debole... con su corolario de vacunas maidanescas, "asimétricas" -esa palabreja tan cara al tortuoso Verstrynge, hamelinesco antiDugin-, simuladoras de rebeldía e indignación);

las redes/palangres sociales como manifestación última de control del personal;

o esa pornografía de la buena conciencia ("12 MESES, 12 CAUSAS" -el mesianismo y el pepitogrillismo de los media y de las criaturas ¿políticas? emanadas de ellos, llámense FORZA ITALIA o PODEMOS-), tan genuinamente occidental, y manifestación última del fariseísmo en cuyo lodazal de autojustificación se revuelcan los residuos más biodegradables de una opulencia terminal...






"Uno de los mecanismos fundamentales del consumo es esta autonomización formal de grupos, de clases, de castas (y del individuo) a partir de y gracias a la autonomización formal de sistemas de signos o de roles."

"A través de la publicidad, que es ya en sí misma un servicio social, todos los productos se presentan como servicios, todos ios procesos económicos reales se hacen aparecer y se reinterpretan socialmente como efectos de dádiva, de fidelidad personal y de relación afectiva. Poco importa que esa munificencia, como la de los potentados, nunca sea más que la redistribución funcional de una parte de los beneficios. La astucia de la publicidad estriba precisamente en sustituir en todas partes la lógica del mercado por la magia del Carguero (la abundancia total y milagrosa con que sueñan los indígenas)."

"La sociedad de consumo es una sociedad de producción de bienes y, al mismo tiempo, de producción acelerada de relaciones. Y hasta puede decirse que este último aspecto la caracteriza. Esa producción de relaciones, aún artesanal en el nivel intersubjetivo o de los grupos primarios, tiende, sin embargo, a ajustarse progresivamente al modo de producción de los bienes materiales, o sea, al modo industrial generalizado. Llega a ser entonces, siguiendo la misma lógica, el objeto, si no ya el monopolio, de empresas especializadas (privadas o nacionales), para las cuales la producción de relación es la razón social y comercial. Todavía resulta difícil entrever las consecuencias de esta evolución: es difícil admitir que la relación (humana, social, política) pueda producirse como se producen los objetos y que, a partir del momento en que se la produce del mismo modo, se convierta en un objeto de consumo como los demás. Sin embargo, esto es lo que en verdad sucede y apenas estamos al comienzo de un largo proceso."

"El extremo de la adhesión y el extremo del rechazo se juntan, como en el anillo de Mcebius, por una simple torsión. Y los dos modelos, en el fondo, se desarrollan en áreas concéntricas alrededor del mismo eje del orden social."

(JEAN BAUDRILLARD)