"El velo es esa delgada superficie que el azar, la prisa, el pudor han colocado y se esfuerzan por mantener; pero su línea de fuerza, irremediablemente, está dictada por la vertical de la caída. El velo desvela, por obra de una fatalidad que es la de su tejido ligero y de su forma suelta. Para jugar su papel que es cubrir y ser exacto, el velo debe duplicar exactamente las superficies, repasar las líneas, correr sin discursos superfluos a lo largo de los volúmenes y multiplicar con una blancura resplandeciente las formas que despoja de su sombra. Sus pliegues apenas añaden una inquietud imperceptible, pero esa efervescencia de ropa es sólo un anticipo de la próxima desnudez: es, de ese cuerpo que oculta, como la imagen ya arrugada, la dulzura maltratada. Y más aún por ser transparente. Con una transparencia funcional, es decir, desequilibrada e hipócrita. Juega bien su papel opaco y protector, pero sólo para aquel que se cubre con él, para la mano ciega, titubeante y febril que se defiende. Pero para quien asiste a tantos esfuerzos y, de lejos, permanece al acecho, ese velo deja aparecer. Paradójicamente, el velo esconde el pudor a sí mismo y hurta lo esencial de su reserva a su propia atención: pero manifestando esta reserva al indiscreto, le permite ver indiscretamente aquello que reserva. Traidor por dos veces, muestra lo que esquiva y esconde a aquel a quien debe ocultar que lo desvela."
(MICHEL FOUCAULT)